28 de diciembre de 2009

Reflexión 3 - De cómo me haces falta

Soy una persona orgullosa... pero no contigo, ¿sabes? no hay asomo de temor o vergüenza en mí al momento de manifestarte no sólo que a veces te extraño tan desesperadamente, que la verdad siento que un abrazo tuyo me alegraría el día como un vaso de agua me calmaría la sed; sino que algunas otras me dan verdaderos síndromes de abstinencia de tí, en los que mis sentidos comienzan a buscarte en medio de tu ausencia, para empapar de nuevo mis recuerdos de tí, para alimentar un poco mi alma de tu imagen y de tu vida. No te preocupes, no voy a anudar sábanas para entrar por tu ventana, ni te voy a esperar en tu oficina. No. Simplemente, cuando reaparezcas, voy a cobrar los intereses de mi sufrimiento en abrazos más largos, en aspirar un poco más profundamente tu aroma, en parpadear menos cuando te vea a los ojos, detalles que ni notarás, salvo el hecho de que me va a alegrar más que de costumbre volver a verte.

16 de agosto de 2009

Reflexión 2


Me he encontrado inexpresiva en estos días, al menos con las palabras. Espero hayas sentido mis miradas hermosas y elocuentes, porque, de verdad, me encuentro incapaz de poner una coma en un párrafo, y es tanto lo que te quiero, que me ahogan los besos, caricias y abrazos que no te puedo dar en público por razones de lugar, hora u ocasión.
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¿Sabes qué quiero? Quiero bailar. No está en discusión que no lo hago bien, y preferiría que no ahondemos en ese detalle, pero, por favor, déjame terminar la idea. Quiero bailar, como te decía, quiero encontrar los movimientos correctos para seguirte, buscando tu aroma y tu mirada, y dejar mi alma en fragmentos entre la pista y tus brazos, incrustada en tu vida, al menos para que te cueste mas trabajo olvidarme, para que te remuerda un poco la conciencia dejar pasar una canción más sin mí, para que tu cuerpo entero se envicie con mi perfume y el movimiento de mi pelo, para que encontremos en eso una forma de pasar el tiempo juntos... para empaparte de melodías y miradas luego de que mi implosión se te contagie en una canción cualquiera. Eso quiero.

27 de junio de 2009

Reflexión 1 - Sobre los agujeros negros


"Breve historia del tiempo" plantea que un agujero negro es un punto en el espacio donde todas las leyes de la física colisionan.

Tú eres el agujero negro en mí, donde todas las leyes de mi presente y mi pasado, mi prudencia y mi temeridad, mis virtudes y mis defectos, y, en especial, mis temores y mis ilusiones, confluyen, se extinguen, se hacen inmortales, respiran, me desvelan, me alegran, me hieren, me hidratan, me enredan, me despiertan... me recuerdan que soy humana, a lo mejor "demasiado humana" para tu gusto, pero a la vez lo suficientemente humana para que me sea imposible mutar y encontrar un futuro diferente allá donde lo dejaste, allá donde esa estrella murió por agotársele la energía y ha causado este exquisito y calculado caos.

19 de junio de 2009

Carta 3



No puedo decir que me hayan alegrado tus ausentes palabras. Me he despedido, pero las extraño a pesar de mi decisión de despedirme. Ya sabes por qué lo hice, no vamos a retomar eso, en especial porque hay una parte que solo sabes tú. Pero hay cosas que sabemos ambos: Por ejemplo, que me has hecho daño con tus actos. A lo mejor yo también te he hecho daño, pero no ha sido mi intención, y al saberlo he querido enmendarlo y no repetirlo. Y tú lo sabes. Sabes que he hecho tantas cosas por tí, sabes que me esmeré tanto en hacerte feliz, y no has encontrado bondad, nobleza, generosidad, honestidad ni nada similar en ninguno de mis actos. En NINGUNO. O al menos yo merecería una explicación o una disculpa si fueras una persona, en mi concepto, correcta: Una persona que enfrenta las cosas, y es capaz de hacerlo incluso para dar malas noticias, para escaparse, para volver.

No te niego que me haya dolido, pero, ¿qué más puedo hacer? No te puedo retener, eso está claro. Tampoco fui capaz de despedirme como hubiera querido, y entonces, cualquier otra cosa que quede depende de tí, de tus reacciones. Para pelear se necesitan dos, eso es claro, pero para reconciliarse también, a menos, claro, que el tiempo lleve las cosas al punto en el que se pierda el interés. No te importa, yo lo sé, créeme, no me lo tienes que decir. Por eso haces lo que haces.

A lo mejor todo esto es porque no me lo esperaba de tí, durará mientras me acostumbro, en vista de que no quieres hacer nada al respecto. Disculpa por el tiempo que te hice perder, espero que se compense con el mío.



Por lo visto nunca más tuya,

Epicurea.

20 de abril de 2009

Cuento 7 - Quince Segundos


Te quedan 15 segundos, ¿Qué vas a hacer con ellos? ¿los vas a dejar pasar otra vez? ¿me vas a dejar morir en ellos como el otro día? Deberías utilizarlos mejor. Deberías decirme cosas lindas, decirme que me correspondes. Eso deberías hacer. Sacarme una sonrisa, pero no seas holgazán, deja de limitarte a existir para hacer esas cosas. Esfuérzate un poco, no es tan difícil.

8 segundos.... ¿No vas a hacer nada? Mira, puedes simplemente saludar. Con seriedad, pero no te vayas el extremo del desdén. Salúdame como... sí... como a una conocida. Y regálame tu sonrisa cordial. Aunque no la pueda ver, y deja de dar vueltas, yo se que sabes que se te empieza a acabar el tiempo.

5 segundos.... No te importa, ¿Verdad? Deja de hacerte rogar. Tal vez deje de esperar aquello que no llegará. Sigue tu vida y yo haré lo mismo, total puedo vivir sin tí, como evidentemente tú lo haces perfectamente sin mí aunque ahi me tengas a tus pies. Ni lo notarás, lo cual a lo mejor sea bueno.

0 segundos. Cayó a correo de voz y casi pierdo el minuto. Tal vez intente más tarde por si no ves la llamada perdida.

19 de abril de 2009

Cuento 6 - Mientras camino



Mientras camino me esmero en atravesar rápido la calle antes de que el semáforo cambie otra vez y tenga que esperar unos segundos más para pasar. Debo hacerlo rápido o tendré que esperar, no me concentro. Me detengo. Palpo tu beso sellado en mis labios, y al terminar de parpadear, descubro que el semáforo ya ha cambiado y tendré que esperar.
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Me apresuro a la esquina, a paso lento, mirando las puntas de mis zapatos un poco embarradas, que me recuerdan un poco el tacto de mis medias veladas húmedas en la punta de los dedos, mientras espero con dolor en los talones el cambio de luces.
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Cruzo al calle, revisando de todas formas si algún carro quiso pasarse el semáforo en rojo, y apenas llego a la siguiente esquina, encuentro la huella de tus dedos en mi cintura, por debajo de mi abrigo, apenas lo abro un poco para buscar las llaves en el bolsillo interno, justo al lado del corazón.
Camino unos pasos, llego a la puerta de mi edificio. Entro sin dificultad, tratando de ocultar mi sonrisa en la mirada de los bombillos ahorradores recién puestos. Saludo cordialmente, como por reflejo, y mecánicamente llamo el ascensor, para luego soltarme el pelo... ya el viento no lo va a cambiar de lugar, y la punta mas larga toca mi espalda, justo donde pusiste tu mano para bailar esa tonada que no logramos sincronizar.
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Acto seguido - con cautela - me quito los zapatos a la entrada de mi apartamento, entro en medias dejando la sombrilla en el patio, y entonces me asomo por la empañada ventana desde la que te vi partir la última vez... y por una noche más recuerdo ese día en que te he perdido.