4 de enero de 2010

Carta 3 - Porque el amor es una costumbre que también se pierde



Hola.

Sobra empezar por decir que nunca vas a leer esto. Sólo lo hago por sentirme comprendida y desahogada. Y no debería importarme, como el hecho de que no te importa que yo te pierda ni que me pierdas, porque ¿qué se supone que haga yo? Se me sale de las manos, no puedo hacer más, no pude hacer más, mis palabras - y en especial mis obras - no fueron suficientes. No tengo más que ofrecerte que lo que te di en todo este tiempo, que a lo mejor fue insuficiente, no sé, pero tú si sabes que fue lo mejor que te podía dar, que a veces te daba más de lo que tenía, que a veces te daba y no dejaba nada para mí. Lo sabes bien, sabes que hubiera estado dispuesta a invertir toda la energía de hasta la última fibra de mi cuerpo a cambio de tu felicidad, porque tu felicidad es la mía, y sí - aunque obré bajo motivaciones totalmente egoístas -, me rindo. No tengo más para dar, no tengo por qué mentirte, aunque lo intenté todo, eres difícil de satisfacer.

No digo imposible, debe haber alguien que te pueda hacer feliz, no fui yo aunque di mis mejores esfuerzos, los cuales, a pesar de todo, no encuentro inútiles. Pienso, y por mucho tiempo lo haré, que lo mereces. Valdría la pena que algún día te preguntaras (cosa que no creo que te desvele) si yo hubiera hecho eso si no te hubiera querido - si no te quisiera - ... Si con el odio que le tengo a madrugar lo hubiera hecho sólo para verte en la mañana y llevarte galguerías para tu día de trabajo, y no contenta con eso, irme entaconada y peinada, cosa nunca antes vista... si hubiera renunciado a tantas cosas que me gustaban sólo porque quería estar contigo (porque creía que querías estar conmigo)... si hubiera relevado mis problemas a un segundo plano porque quería que me encontraras totalmente dispuesta a saber por qué tu día había sido malo (cosa que de vez en cuando te agradezco, mis problemas realmente no eran importantes, me enseñaste a dar prioridad a lo importante y no angustiarme tanto por lo que no puedo resolver)... si me hubiera arreglado, recompuesto de un mal día, dejado de vivir algunas cosas, vivido tu vida sólo para que pudieras ver de la forma más clara posible la alegría que me daba verte y estar contigo, y no te quedara duda de ello. Esperaría que a esas preguntas te respondieras que no lo hubiera hecho si no fuera porque te estaba ofreciendo en bandeja de plata mi corazón y mi vida entera. No tenía otro motivo. Y si pensaras lo contrario, qué poco me conoces.

Lo anterior no te lo digo por recriminártelo. En primer lugar, nunca me obligaste a hacerlo, nunca me obligaste a darte nada, ni a renunciar a nada. Jamás. Por eso a lo mejor todo esto es culpa mía, yo me lo busqué, me puse la cuerda en el cuello y me colgué de algún lado. En segundo lugar, era algo que sinceramente disfrutaba. Tu sonrisa cuando las sorpresas me salían bien valía un millón de dólares, y la mía de recordarlo por horas o días... No sé explicarlo, se sentía hermoso, por decirlo de una manera escueta.

Cuando no me salían bien (con la consabida reacción) nunca pensé que no lo merecieras, pensé que yo debía intentarlo de otra manera. Y a veces fallaba y a veces no, pero lo intentaba una y otra vez, aún a sabiendas de que mis errores iban a tener consecuencias astronómicas comparados con los tuyos. No me importó, y no con esto te digo que eres una mala persona. Todo, absolutamente todo lo que hice, dije y dejé de hacer hasta el último minuto lo hice con la convicción de que eres una persona complicada, es cierto, pero eres una gran persona detrás de tus compliques y tu genio explosivo. Eres un ser realmente dulce, responsable, inteligente, y tantas otras cosas... que yo amo, a lo mejor porque me siento afortunada y orgullosa de haberlas encontrado a pesar de mi miopía y de mí misma... todo lo hice porque encontré en ti a alguien que merece mis esfuerzos, aunque no los veas, aunque no te los diga... y sinceramente valoro los tuyos por estar conmigo. Los vi todos, absolutamente todos.

Siento mucho haberte "torturado" con el cuento de los tipos a los que les gusto. No te lo quería decir primero, porque no quise disparar tus celos; y segundo, porque lo encontraba irrelevante si total sólo tenía ojos para tí. Realmente no me importa que le guste a un número alto, bajo, negativo o incluso decimal de tipos, si total el que me interesa eres tú, y todo esto sólo me indica que te lo he demostrado mal, no te lo he dejado lo suficientemente claro (y no se me ocurre cómo más), porque en últimas te preocupa. No soy tan espectacular como creía que me veías, de verdad, ni me siento poderosa por gustarle a alguien. Lo cierto es que me da pavor hacerle daño, y por esos y otros motivos realmente horribles, es un tema que prefiero evitar incluso para mí misma. Y de todas formas mi posición era bien complicada, me iba mal si te lo decía, y me iba mal si te lo negaba.

Lo de "pensar por tí"... ni siquiera vale la pena discutirlo, ya sabes por qué lo hacía y aún así insinuaste que lo que te expresé de lo que sentía por tí no era del todo cierto... Lo recuerdo bien.

Y en fin.
Ganaste. Me terminaste antes de que yo lo hiciera contigo, mantuviste tu récord perfecto, ¡¡¡¡ debes sentirte orgulloso !!!! El límite de mi terquedad de hacerte feliz fuiste tú. No hubo nunca más obstáculos, ni siquiera el maldito océano Atlántico. Nunca entenderé las razones por las que terminaste dudando de todo, ni te importan, ni me las darás. Tienes a todas detrás, no hay razón para que pierdas el tiempo conmigo en eso.

Gracias por todo, de todo corazón. En ese lapso tan inexacto me hiciste muy feliz, y espero que encuentres a quien te haga feliz a tí, te recuerdo con cariño y tu felicidad va a seguir siendo un poco la mía. En cuanto a mí, es mi problema. Lo debí entender desde siempre: Mi felicidad no puede depender de la de nadie más, porque evidentemente se me salen de las manos muchas cosas. Doy gracias a Dios por haber aprendido eso, y por haberte conocido.

Epicurea