Mis decisiones se regían por
esquemas. Esquemas que variaban de una circunstancia a otra, que cedían sus
márgenes a otros esquemas, que se reinventaban cada vez que fallaban, que
conocían de clima y fecha, de cansancio, de desesperación, de suerte y de euforia,
pero esquemas al fin y al cabo. Yo vivía cómoda y feliz entre todos los muros y
todos los laberintos, por eso no los saltaba, sino que los pintaba de colores,
los adornaba con perlas y lentejuelas. Ahí estaba cómoda y algo segura, pero
como se me olvidó montarle techo a la obra, a veces miraba al cielo y me sentía
insatisfecha.
Y se te ocurrió aparecer, de la
nada o del azar, de la impuntualidad o del cambio de planes, daba igual, ahí
estabas, y saliste original y no te fuiste. "Uno más en la clase",
pensé al principio. "Uno más en el crew de facebook", pensé luego. No
te ofendas. Tenía las puertas cerradas, los muros altos y con cercas
eléctricas, no pensé que fueras más, ni que yo fuera más para ti, y no es
porque no crea en ti o en mí, es porque no estaba en los planes que alguien
pasara de ahí. Como los deseos terminan permeando los sentidos, no pude ver
nada de lo que pasaba a mi alrededor, la verdad no se qué pudiste percibir tu
desde afuera.
De alguna forma que aún hoy no
descifro - da igual-, entraste. No se si trasnochando conmigo, no se si te las
ingeniaste para que me interesara en tus cosas, no se si simplemente existiendo
entraste. No lo se. Cuando me di cuenta estaba caminando contigo en la calle
agarrados de la mano, y para ese momento ya habías saltado rejas, muros,
enredaderas, laberintos, negativas y cansancios, como quien no quiere la cosa.
Y lo hiciste así porque no ibas a encajar en mis tablas, en mis medidas, en mis
esquemas, y jamás ibas a caber porque estaban mal por varios lados: Estaban mal
de cimientos (derribaste todo, debes estar orgulloso), y estaban mal de
concepto si no ibas a encajar por las buenas en ese lugar que ahora te
pertenece.
Eres todo lo contrario a mi
amor ideal, pero al fin y al cabo el amor es cosa de humanos y no funciona con
ideales, afortunadamente para ambos. Lo drôle es que lo buscaba así la que te
habla, como si no fuera yo el absoluto revés y contrario de los esquemas de
otros alguienes. Sentí los terremotos y los tsunamis, todos, cuando derrumbaste
mi iglú chambón a tu paso, mientras yo buscaba motivos sentimentales, lógicos o
fácticos para escaparme por sentirme tan vulnerable; luego los terremotos y los
tsunamis dejaron brotar chispas y confetis, porque lo que tenían en el fondo
era emoción de que alguien fuera tan valiente o tan despistado de ponerse en
esa tarea. Cuando llegaste ya no estaba mi fuerte apache de sábanas, no ha
habido una razón para que yo huya de la alegría por el simple miedo a que se me
escape de las manos. Ya no hay rejas con corriente eléctrica, pero estás tu
para cuidarme cuando paso la calle; ya no hay laberintos que cruzar, pero estás
tu para hacer plan de septimazo de cumpleaños de Bogotá; ya no hay muros de
concreto y hierro, pero están tus abrazos que me hacen sentir en un fuerte
nuclear.
No me importa que cada uno viva
en una punta de Bogotá (aunque despedirse temprano es feo), que me hables en
arameo (igual que mi conciencia y mi experiencia) de tus quehaceres en el Mall
Mario Laserna, ni que no entiendas mis broncas a – ante – bajo – con – contra –
de – desde – durante – en – entre – hacia – hasta – mediante – para – por –
según – sin – sobre – tras – versus - vía la Rama Judicial y sus secuaces,
porque en últimas con o sin eso, puedo siempre pasar un buen rato contigo,
importa que estamos, que
te gusta pensarme y que tu presencia me calienta el alma, que dan igual tus
dioses o los míos si ambos creemos en nosotros y al acostarme estás en mis oraciones.
Parpadeé y ahí estás. Mis días
siguen siendo la lucha entre el ocio y el caos, me canso, me asfixio, me rio,
triunfo y fracaso, pero al final estás tu. Me preguntas cómo estoy, me robas un
par de sonrisas (aunque se quedan en ambos) y me pones tu bufanda. Al final
resulta que no tengo rutinas, peor haces parte de ellas. Al final me importa
poco de dónde vienes (aunque tus historias son encantadoras) o quién vivió
antes en tu corazón (o en el mío), sino que te gusta mi sonrisa y a mi tu
respiración. Al final no importa que esté vulnerable o cansada, porque quiero
vivir esta felicidad un rato. Al final quiero ir a cualquier lado, de verdad
cualquiera, así sea a perderme, con tal de encontrarte, porque rompiste
obstáculos y eres mejor de lo que esperaba. Al final no me escapé.