22 de marzo de 2012

Reflexión 26 ... - Como si todo esto fuera nuevo.


Anoche llegué a mi casa a bañarme, luego de que en el taxi de venida sonaba la melodía de “Bésame mucho”… Bésame mucho como si fuera esta noche la última vez… Le dije a mi mamá que no quería resfriarme por haberme mojado con la lluvia, la verdad buscaba ocultar mis ojos hinchados. De alguna forma que desconozco quería sacarme con el estropajo y el jabón de cítricos la amargura que me pesaba, pero no lo logré así, aunque he de reconocer que tuvo algo de éxito que mi llanto terminara mezclado entre el agua hirviendo y las espumas que me acariciaban, pues cubrió mi piel un poco y mis adoloridos huesos y demás órganos se sintieron cubiertos de comprensión tibia y salada. Ahora tengo la extraña sensación de lágrimas secas enredadas en mi pelo y en mis dedos, en mi pecho y en mi espalda; lágrimas que no me arropan pero que a lo mejor me permitan escudarme de hacerme ilusiones que al final, y como siempre, me terminen apuñalando en heridas que no se terminan de desinfectar.

Por un lado, comprendo un poco lo que está pasando. Yo sabía en lo que me estaba metiendo, pero no se si es que me gustan estos retos imposibles y macabros, o si simplemente lo que sentí por ti en ese momento pudo más que mi instinto de supervivencia. Lo que no comprendo es lo que falló, lo que siempre falla o si algo falla. No comprendo cómo lo que doy siempre es mucho o en este caso poco, pero nunca es simplemente “suficiente”, y de alguna forma siempre de los siempres es prescindible; y siempre quedo igual de marchita y frustrada, arreglando con rabia mis alas rotas y dejando en cada peldaño mil preguntas sin respuestas, suposiciones, pasados sin ningún futuro de lo que hubiera pasado si hacía las cosas de manera diferente.

Y aún sin respuestas lo vuelvo a intentar. Los vuelvo a adorar, a dejarme llevar, a entregar la energía de hasta la última fibra de mi alma por eso. Creo que me juzgas un poco por haber estado con “tantas” personas, como si fueran fácilmente olvidables y reemplazables. Te informo que te equivocas. Simplemente si quiero a alguien estoy con él y, como te decía, doy todo, absolutamente todo, derrochando cariños y detalles, hasta que simplemente se me acaba el día o la fuerza, lo cual es bien difícil. Eso pasa cuando quiero a alguien, cuando lo quiero de verdad, y no ahondaré más en minucias que ya conoces de lo que hago cuando estoy en ese estado de euforia ciega. Por otra parte, no son “tantos”, si total estas cosas me siguen dando así de duro y yo sigo sin coger escarmiento, sigo amando sin medir consecuencias, sigo dando todo sin pedir -seamos sinceros- mayor cosa a cambio, aunque en tu caso recibí mucho y por eso me ilusioné de todos los colores contigo, con que después de “tantos” al fin estaba haciendo las cosas bien y lo que daba estaba siendo bien recibido. Te cuento que después de “tantos” como te parece a tí, volví a estar llorando por dentro y por fuera, después de “tantos” volví a estar absolutamente desarmada y vulnerable, y después de “tantos” -que para eso sí son muchos- se empezaron a levantar todas las cicatrices al punto en el que el dolor de mi alma ya es físico. Así que “tantos” no son ni demasiados, ni mucho menos suficientes para yo haber aprendido a hacer las cosas bien, a dar sólo lo necesario y a que no me duela tanto cada vez que me convierto en un peldaño más, en un lindo recuerdo que no tiene cabida ni en el presente, ni en el futuro.

Ha llovido toda la noche, el clima de la horrible ciudad se ha solidarizado conmigo, pero nada es suficiente para que mis lágrimas no sigan corriendo a borbotones porque siento que fui víctima de tu confusión, porque me siento insuficiente y prescindible (otra vez). Mis amigos las tratan de contener desesperadamente con inmensos diques de pañuelos y chocolates, y me han manifestado que lo que me pasa les deprime un poco porque los tengo acostumbrados a ser su fuerza y su alegría... Amanecerá y veremos si contigo sí fueron suficientes.