27 de abril de 2010

Reflexión 4


Siempre me alegra escuchar tu voz, ¿sabes? cuando eso ocurre quisiera ponerme un tapón de almíbar y miel en las orejas para que tus palabras nunca salgan de allí, y se paseen errantes por mis recuerdos y tomen su lugar de vez en cuando., ese es el reflejo obvio cuando veo tu número en el identificador de llamadas, seguido, como es natural, de una sonrisa que se mantiene hasta que tú o yo colgamos, independientemente de lo que hablemos.

-°-
También me gusta hablar contigo, por cierto te encuentro sabio porque me comprendes, y no es que me considere muy compleja, es sólo que eso te hace aún más único de lo que ya eres, como si fuera semejante cosa posible para un humano.

-°-
Me gusta saber que de algún modo que desconozco me correspondes, eso me genera una extraña emoción que desemboca inevitablemente en un espejismo en mis pupilas, como si todos los astros se hubieran reunido en ellas para brillar con más fuerza y mi infancia regresara de mi memoria para aflorar en mi sonrisa.

-°-
La luz no se ha acabado, la alimentas todo el tiempo con tu existencia y me regalas implosiones exquisitas de dulces y serpentinas cada vez que apareces. Espero que mi timidez, mi torpeza y mis enormes pestañas te permitan verla, pero en especial espero que no la dejes apagar y te pases a vivir a alguno de mis ventrículos, me empapes navegando en mi sangre y embellezcas desde dentro de mis párpados el mundo que me rodea como lo vienes haciendo desde antes de pasarte a vivir dentro de mí.