22 de agosto de 2010

Reflexión 9


Siempre me alegra verte. Espero con la paciencia de la tormenta para volver a encontrarte lejos de los espejismos de los días soleados, y que mis sentidos se impregnen de ti y mi cuerpo se mueva al compás de tus brazos y tu respiración. Las palabras son insuficientes, para variar, pero lo cierto es que te necesito como al pecado. Ya no tengo nada que regalarte. Te has adueñado de todo, y aunque sé que está en buenas manos... no tendría la voluntad para pedirlo de vuelta.

Quédatelo, quédate con todo lo que me rodea y todo lo que soy, quédate con mi presente, quédate con mi vida entera sólo a cambio de que me permitas de vez en cuando escuchar tu voz, impregnarme de tu aroma hasta el hastío y recordarte hasta la siguiente vez en la que me pierda en tus ojos sin camino de regreso.