6 de diciembre de 2011

Reflexión 20 - Carta de Epicurea a ... "indeterminados" (Y ya las instrucciones quedan claras)



Buenos días (¿?). Empieza para ambos una maravillosa semana (es pura suposición). Quisiera pedirte algunos favores, no muy complejos, pero al menos posibles. Si no estás dispuesto a hacerlo, está bien, eres indeterminado, no habrá reproches ni rencores, como no los hay tampoco por lo general con los determinados, aunque ellos hayan decidido adoptar el mal hábito de pensar lo contrario. Para generar eso en mí en realidad hay que hacer un grandísimo esfuerzo, el cual premio con mi desprecio, de resto suelo pasarme de noble.

Hay una linda historia detrás de todo esto, es decir, este escrito sin sentido tiene un trasfondo y unos cimientos. Hace poco más de cinco años me dieron mi diploma de bachiller en un paraíso desperdiciado (por mí, como era natural, por apostarle al “play it safe” hasta el último momento). Y al final, ni un minuto antes, descubrí lo maravilloso de todo lo que me rodeaba. 

Igual, yo ya tenía el pergamino y las fotos, y carecía afortunadamente de la necesidad de usar uniforme de ahí en adelante. Llegaba otra vez a un ambiente desconocido como una mujer hecha y derecha de… 17 añitos. Sí, añitos. Punto. Una mujer que tenía que adaptarse de nuevo (¡con el placer que me generaba!) y estaba dispuesta a dejar de ensayar el “play it safe”. Así, he vivido esos 5 años en el mismo apartamento, en mi cuerpo no muy cambiante de peso y contextura, en el mismo blog y, si no han mentido, en 4 corazones ajenos (no necesariamente uno por año). He perdido dos materias, una de ellas dos veces. He trabajado gratis en total un año según mis cuentas, pues me es imposible recordar todas las consultas gratuitas que he proveído a quienes las han solicitado en bautizos, bodas, espectáculos y funerales. He tenido el pelo corto y largo, y he logrado reducir las pecas que me abrumaban un poco. Mi círculo social de amigos ha rotado bastante, lo que me hace apreciar aún más a los que se han quedado. Y en general, digamos que he aprendido a vivir mejor, a modificar el software que tenía instalado por el miedo a hacer las cosas a mi manera.

¿Qué si me ha salido siempre bien? Por supuesto que no, testigo de ello es mi corazoncito lleno de retazos y remiendos, pero también que cicatriza más rápido precisamente porque su dueña ha decidido este interesante método de darlo sin hacer tantas preguntas antes. Lo cierto es que han sido más las veces que me han salido mal las cosas, pero cuando han salido bien ha sido muchísimo más significativo; por ejemplo por no estar dispuesta a escuchar de nuevo de algún caballero de corazón aparentemente indiferente al mío cuando estaba preparada a darle mi alma en cómodas cuotas mensuales un “ah… es que yo no sabía que te gustaba”…

Vislumbrarás, mi querido hombre indeterminado, que mi actuar tiene algunos orígenes más bien recientes, pero encantadores para mí, tanto, que me he dejado llevar por ellos. En este sentido, el favor ‘macro’ que te pido es que comprendas. No es que te sometas, no es que te rindas a mi voluntad, no. Es que no me juzgues, o no al menos tan a la ligera. Todo esto ha sido, por un lado, producto de una serie de miedos y rabias muy bien instalados, esmerados en su construcción por terceros, de tal forma que mi antiguo actuar no era más que instinto de supervivencia; y por el otro, y consecuencia de lo anterior, a pesar de ser mucho más fácil, es nuevo, lo estoy explorando y por eso a veces se me sale de las manos. ¿Puedes entender eso? ¿Puedes entender que las heridas dejan de sangrar pero hay cicatrices que de cuando en cuando me hacen dudar? ¿Puedes?… Gracias, eres un encanto.

Pero hey! No todo es tristeza, o nada de esto tendría sentido. He descubierto que me gusta mucho dar, creo que más que recibir; tanto en el amor como en la amistad. En realidad no soy muy exigente aunque pueda llegar a hacerte pensar lo contrario, no te pido mucho, sólo que recibas, y modestia aparte (como siempre), si te descuidas vas a recibir mucho en realidad, y si tengo algo de suerte te vas a aferrar a eso. Obviamente no voy a obligarte a que aceptes o cargues con algo que no quieres. Sí, que no quieres, a veces no me corresponden, como a lo mejor alguna indeterminada tampoco te haya correspondido a ti, así de complejas y extrañas son las relaciones humanas…

Segundo favor: ENTIENDE que te quiero, o que no te quiero. Es un hecho que no puedo controlar. Recíbelo, asúmelo, recházalo, tómalo, déjalo, toma una parte y deja la otra, vete, vuelve, lo que sea, pero no me pidas explicaciones. No las hay. Eso sí, si hay algo que creo que tenga que decirte, escúchame. Puedes estar en desacuerdo, puede irritarte, puede que te robe la sonrisa más grande de la semana, no lo sé, pero escúchame. Yo sé que hablo mucho, pero para ese tipo de cosas hago un esfuerzo consciente en ser breve. Escúchame… puede que tenga algo importante que decir, y si por alguna razón te das cuenta de que trato con mucho frenesí de decírtelo, es porque debes saberlo. No soy orgullosa, me puedo disculpar y dar explicaciones, pero no me la pongas tan difícil. De verdad.

A veces –tercer favor- tengo malos días. Eso nos pasa a algunas personas. Nadie paga errores ajenos, pero tampoco voy a estar derrochando sonrisas. Igual, eso por lo general se compone fácil, y lo digo muy en serio, con un abrazo de más de 10 segundos es suficiente. Igual puedes estar seguro de que en un mal día tuyo estaré realmente dispuesta a acompañarte, y si te vas de rumba conmigo o sin mí para pasar la amargura, te puedo cuidar el guayabo si me avisas con tiempo. Sólo no tomes personales todas mis broncas y trata de entender que ya me cuesta mucho dejar de ser expresiva, y además el efecto tiende a ser contraproducente si trato de esconder las cosas.

Creo que eso es casi todo… los demás favores ya van en gustos. Estará bien que de vez en cuando me digas que estoy bonita y que notes que me arreglé para ti, otras va a estar bien que me digas que estoy bonita aunque no tenga maquillaje y ni un pelo en su lugar. También que me beses y/o me abraces sin motivo aparente. Si te interesa el dato, estoy dispuesta a romper cualquier dieta si me regalas un chocolate, y disfruto mucho bailar aunque lo haga mal a veces. Podemos hacer planes fríamente calculados, pero también disfrutaré dormir a tu lado y escuchar el latido de tu corazón por cursi que sea. A veces la prensa me ofende, pero no dura mucho, así que no me pongas atención. Permíteme cuidar de tus gripas y dejarte arropado antes de irme, no es tan difícil. No le pongas mucho cuidado a mi blog, tiendo a exagerar, salvo en las cartas como esta, los cuentos, poemas, fragmentos y reflexiones tienen una base real pero no todo su contenido lo es; no son más que un pedacito de realidad que me pareció guapísimo para ser decorado y puesto a disposición de la red. Y dime la verdad, por hermosa o dolorosa que pueda llegar a ser. Siempre. No hay otra forma de que te vayas de mi vida con dignidad para poder volver a entrar por la puerta grande. Con eso no sólo me refiero a que no me digas mentiras, sino a que no me pongas a adivinarla. Lo hago mal.