22 de diciembre de 2011

Carta a Jefecita




Querida Jefecita:


Quisiera en primer lugar agradecerte tu gestión para traerme aquí, mérito que compartes con otros gatos que me conocen más que tú, igual el lengüetazo vale, aunque te cuento que eso no funciona mucho conmigo, y que en general desconfío cuando los piropos y consentimientos no tienen una razón aparente. Lo cierto es que me saben a mierda.

Tus enseñanzas ... bueno, tus enseñanzas... estee... bueno, algo académico habré aprendido pero ahora no lo recuerdo, aparte, como era natural, a no pasar mi existencia entera enredando lo posible para volverlo imposible por pura falta de oficio derivada del hecho de que nadie me pone a hacer nada importante.

Me pusiste a reflexionar. Lo cierto es que es posible que yo no haya sido muy diligente a veces en el asunto de planear mi futuro de manera minuciosa. No sé a ciencia cierta si quiero una casa, un apartamento, de uno o dos pisos, si quiero viajar en cuanto me gradúe o antes si me volveré a dejar el pelo de ese tono rojizo, cuántos hijos quiero, ni si los adoptaré o no. La verdad ni siquiera sé a ciencia cierta qué me voy a poner más tarde para ir a verte. Lo que sí me has puesto a pensar en algunos de mis ratos libres (que aparentemente, o eso creo yo, te parece que son muchos) es sobre lo que no quiero. He tenido avances más significativos, como cuando elegí mi profesión, pero no voy a desechar esto tampoco, y menos si es lo único que me pudiste brindar en esta experiencia.

Jefecita, tendré que fijarme con más cuidado o al menos preguntarle a alguien que sí sepa bien de esas cosas, uno cómo putas pasa de ser un homo sapiens promedio de sexo femenino a una niña de unos 8 años luchando en el mismo cuerpo con una vieja menopáusica, trágica y aspaventosa que respira la vida con autopesar y difundiendo sus desgracias como si fueran datos siquiera legibles en esta sociedad actual tan ocupada en cosas... no sé si importantes, pero al menos interesantes. Tengo pesadillas en las noches y episodios de pánico de sólo pensar en que yo podría ser así.

Cuando tenga tu edad a lo mejor tenga hijos o al menos una mascota, no se si esposo, no le tengo mucha fe a esa institución católica y civil; pero quisiera depronto ser una abogada experimentada, que me pregunten cosas y tener relación con documentos y eventos importantes (no chismes). Sería lindo que mi trabajo - como ha sido hasta ahora, afortunadamente- vaya más allá de transcribir lo que dice la gente en las reuniones y foliar; y en fin, que si yo jodo sea por algo que amerite el desgaste tanto de mi equipo de trabajo como el mío, y que el trabajo realmente sea en equipo, que exista en la medida de lo posible confianza entre todos derivada de que todos (incluida yo) reconozcamos las cagadas personales y grupales en lugar de echarle la culpa a alguien más, quedarse callado sobre los riesgos o empezar a hacer monólogos sobre la importancia de no devolver el saludo en la oficina (en especial si es falso) para desviar la atención de órdenes mal dadas. Encuentro en ella una forma bastante simpática de ganarse el respeto de la gente, la verdad a mi corta edad no conozco más.

Jefecita querida, todo esto y por la infinita gratitud que te tengo en últimas me hace pensar con alegría que tú llegaste y estás en donde quieres y consideras correcto estar. Ruego a Dios que tus aspiraciones y las mías nunca se crucen porque no quisiera yo competir contigo por tu lugar cuando tengo sólo por mi formación y personalidad todas las de perder.

Cuenta conmigo a ojo cerrado si necesitas que te defienda o cualquier otro favor.


Con desprecio,

Tu ex- esclava.

19 de diciembre de 2011

Reflexión 21 - Estimado...




Es extraño cómo te quiero. No podría yo con exactitud amenazarte con que se te está acabando el tiempo, pero en realidad no puedo acordarme bien, por más que en ello me esmero, de cómo se veía mirarte a los ojos, o cómo se sentía abrazarte, entre otras muchas cosas. Tengo memorias peregrinas y taciturnas de tu voz, de tu piel, hasta de cómo me arreglaba para tí, más no tengo hoy muy claro el tacto de tu aroma que me iluminaba, ni siquiera tu sonrisa. Aún así, me esmero en recordarte, porque lo cierto es que quererte (o evocar quererte, no lo tengo muy nítido ahora) se siente bien, me envuelve, me envicia y me clava sus espinas cuando te siento ajeno y ausente. No sé cuál de las dos me hiere más a decir verdad… Me he acostumbrado a ver la sangre salir, correr como brillantes ríos escarlata que manchan en su recorrido todo lo que encuentran a su paso con tu presencia y tu ausencia.



Al final del día suspiro. Recuerdo que te extraño y eso me genera un vacío en el espíritu que me hace perder la respiración por unos instantes, y de nuevo suspiro, suponiendo a lo mejor que si no pongo algo de aire dentro de mi cuerpo material ya se acaba de morir definitivamente. Y resulta que después de todo aún te quiero. Te quiero con rabia y con constancia a la vez; mi amor parece comportarse como una semilla paciente que espera que me correspondas cuando pase este macabro invierno, y así crecer frondoso y colorido. Con sus frutos podría yo hacer algún líquido medianamente cristalino para endulzarte los oídos, mientras que mis ramas y hojas te envuelven suavemente para abrazarte y protegerte de los tropiezos del cuerpo y del alma. O extraño quererte, ya no sé. Creo que es más bien eso y en alguna lógica paralela el efecto sería bastante similar mientras el espejismo se esfuma a la realidad que está en el fondo, según la cual en realidad ya no existes, sino que me apego a un recuerdo que me hacía feliz pero ya ni siquiera tiene esa consecuencia.

Es curioso todo lo que pasa cuando deliberadamente o sin darse cuenta la gente reta mi paciencia y mi terquedad. Por motivos tan diversos como las formas que puedan tomar las dunas del desierto no hay estadísticas que valgan, y todos salimos decepcionados de los resultados.
Atentamente,
Epicurea.

6 de diciembre de 2011

Reflexión 20 - Carta de Epicurea a ... "indeterminados" (Y ya las instrucciones quedan claras)



Buenos días (¿?). Empieza para ambos una maravillosa semana (es pura suposición). Quisiera pedirte algunos favores, no muy complejos, pero al menos posibles. Si no estás dispuesto a hacerlo, está bien, eres indeterminado, no habrá reproches ni rencores, como no los hay tampoco por lo general con los determinados, aunque ellos hayan decidido adoptar el mal hábito de pensar lo contrario. Para generar eso en mí en realidad hay que hacer un grandísimo esfuerzo, el cual premio con mi desprecio, de resto suelo pasarme de noble.

Hay una linda historia detrás de todo esto, es decir, este escrito sin sentido tiene un trasfondo y unos cimientos. Hace poco más de cinco años me dieron mi diploma de bachiller en un paraíso desperdiciado (por mí, como era natural, por apostarle al “play it safe” hasta el último momento). Y al final, ni un minuto antes, descubrí lo maravilloso de todo lo que me rodeaba. 

Igual, yo ya tenía el pergamino y las fotos, y carecía afortunadamente de la necesidad de usar uniforme de ahí en adelante. Llegaba otra vez a un ambiente desconocido como una mujer hecha y derecha de… 17 añitos. Sí, añitos. Punto. Una mujer que tenía que adaptarse de nuevo (¡con el placer que me generaba!) y estaba dispuesta a dejar de ensayar el “play it safe”. Así, he vivido esos 5 años en el mismo apartamento, en mi cuerpo no muy cambiante de peso y contextura, en el mismo blog y, si no han mentido, en 4 corazones ajenos (no necesariamente uno por año). He perdido dos materias, una de ellas dos veces. He trabajado gratis en total un año según mis cuentas, pues me es imposible recordar todas las consultas gratuitas que he proveído a quienes las han solicitado en bautizos, bodas, espectáculos y funerales. He tenido el pelo corto y largo, y he logrado reducir las pecas que me abrumaban un poco. Mi círculo social de amigos ha rotado bastante, lo que me hace apreciar aún más a los que se han quedado. Y en general, digamos que he aprendido a vivir mejor, a modificar el software que tenía instalado por el miedo a hacer las cosas a mi manera.

¿Qué si me ha salido siempre bien? Por supuesto que no, testigo de ello es mi corazoncito lleno de retazos y remiendos, pero también que cicatriza más rápido precisamente porque su dueña ha decidido este interesante método de darlo sin hacer tantas preguntas antes. Lo cierto es que han sido más las veces que me han salido mal las cosas, pero cuando han salido bien ha sido muchísimo más significativo; por ejemplo por no estar dispuesta a escuchar de nuevo de algún caballero de corazón aparentemente indiferente al mío cuando estaba preparada a darle mi alma en cómodas cuotas mensuales un “ah… es que yo no sabía que te gustaba”…

Vislumbrarás, mi querido hombre indeterminado, que mi actuar tiene algunos orígenes más bien recientes, pero encantadores para mí, tanto, que me he dejado llevar por ellos. En este sentido, el favor ‘macro’ que te pido es que comprendas. No es que te sometas, no es que te rindas a mi voluntad, no. Es que no me juzgues, o no al menos tan a la ligera. Todo esto ha sido, por un lado, producto de una serie de miedos y rabias muy bien instalados, esmerados en su construcción por terceros, de tal forma que mi antiguo actuar no era más que instinto de supervivencia; y por el otro, y consecuencia de lo anterior, a pesar de ser mucho más fácil, es nuevo, lo estoy explorando y por eso a veces se me sale de las manos. ¿Puedes entender eso? ¿Puedes entender que las heridas dejan de sangrar pero hay cicatrices que de cuando en cuando me hacen dudar? ¿Puedes?… Gracias, eres un encanto.

Pero hey! No todo es tristeza, o nada de esto tendría sentido. He descubierto que me gusta mucho dar, creo que más que recibir; tanto en el amor como en la amistad. En realidad no soy muy exigente aunque pueda llegar a hacerte pensar lo contrario, no te pido mucho, sólo que recibas, y modestia aparte (como siempre), si te descuidas vas a recibir mucho en realidad, y si tengo algo de suerte te vas a aferrar a eso. Obviamente no voy a obligarte a que aceptes o cargues con algo que no quieres. Sí, que no quieres, a veces no me corresponden, como a lo mejor alguna indeterminada tampoco te haya correspondido a ti, así de complejas y extrañas son las relaciones humanas…

Segundo favor: ENTIENDE que te quiero, o que no te quiero. Es un hecho que no puedo controlar. Recíbelo, asúmelo, recházalo, tómalo, déjalo, toma una parte y deja la otra, vete, vuelve, lo que sea, pero no me pidas explicaciones. No las hay. Eso sí, si hay algo que creo que tenga que decirte, escúchame. Puedes estar en desacuerdo, puede irritarte, puede que te robe la sonrisa más grande de la semana, no lo sé, pero escúchame. Yo sé que hablo mucho, pero para ese tipo de cosas hago un esfuerzo consciente en ser breve. Escúchame… puede que tenga algo importante que decir, y si por alguna razón te das cuenta de que trato con mucho frenesí de decírtelo, es porque debes saberlo. No soy orgullosa, me puedo disculpar y dar explicaciones, pero no me la pongas tan difícil. De verdad.

A veces –tercer favor- tengo malos días. Eso nos pasa a algunas personas. Nadie paga errores ajenos, pero tampoco voy a estar derrochando sonrisas. Igual, eso por lo general se compone fácil, y lo digo muy en serio, con un abrazo de más de 10 segundos es suficiente. Igual puedes estar seguro de que en un mal día tuyo estaré realmente dispuesta a acompañarte, y si te vas de rumba conmigo o sin mí para pasar la amargura, te puedo cuidar el guayabo si me avisas con tiempo. Sólo no tomes personales todas mis broncas y trata de entender que ya me cuesta mucho dejar de ser expresiva, y además el efecto tiende a ser contraproducente si trato de esconder las cosas.

Creo que eso es casi todo… los demás favores ya van en gustos. Estará bien que de vez en cuando me digas que estoy bonita y que notes que me arreglé para ti, otras va a estar bien que me digas que estoy bonita aunque no tenga maquillaje y ni un pelo en su lugar. También que me beses y/o me abraces sin motivo aparente. Si te interesa el dato, estoy dispuesta a romper cualquier dieta si me regalas un chocolate, y disfruto mucho bailar aunque lo haga mal a veces. Podemos hacer planes fríamente calculados, pero también disfrutaré dormir a tu lado y escuchar el latido de tu corazón por cursi que sea. A veces la prensa me ofende, pero no dura mucho, así que no me pongas atención. Permíteme cuidar de tus gripas y dejarte arropado antes de irme, no es tan difícil. No le pongas mucho cuidado a mi blog, tiendo a exagerar, salvo en las cartas como esta, los cuentos, poemas, fragmentos y reflexiones tienen una base real pero no todo su contenido lo es; no son más que un pedacito de realidad que me pareció guapísimo para ser decorado y puesto a disposición de la red. Y dime la verdad, por hermosa o dolorosa que pueda llegar a ser. Siempre. No hay otra forma de que te vayas de mi vida con dignidad para poder volver a entrar por la puerta grande. Con eso no sólo me refiero a que no me digas mentiras, sino a que no me pongas a adivinarla. Lo hago mal.

21 de noviembre de 2011

Reflexión 19 - agghhh...

A veces nuestros labios, como locas
mariposas de amor, se perseguían;
los tuyos de los míos siempre huían,
y siempre se juntaban nuestras bocas.

Los míos murmuraban: -¡Me provocas!
Los tuyos: -¡Me amedrentas!, respondían;
y aunque siempre a la fuga se atenían,
las veces que fugaron fueron pocas.

Recuerdo que, una tarde, la querella
en el jardín, llevando hasta el exceso,
quisiste huir, mas, por mi buena estrella,

en una rosa el faldellín fue preso,
y que, después, besé, la rosa aquella,
por haberme ayudado a darte un beso.

~ Manuel Ugarte ~

3 de noviembre de 2011

Canción del día de hoy

Just like heaven- The Cure


Reflexión 17 - Una aleatoria, por ende sincera.


Te voy morder, a besar, a impregnar de mi saliva hasta la última célula de tus labios, y de allí pasaré por todas las fibras de tu espíritu con las suaves o nfuertes succiones que ordena mi corazón a mi boca. *** Te voy a abrazar, a estrujar contra mi pecho, eso sí -y como era natural- con algunos de los pecados capitales. No hay otra forma de que te disuelvas en mi piel y por ósmosis pases a mis entrañas, físicamente lo digo. *** ... De ese modo (y no conozco otro método) te podrá acomodar detrás de mi esternón. *** Me sentirás suspirar profundamente mientras estás en un lugar tibio y cómodo con una sincera vista al mundo exterior desde la taquicardia, mientras te entretienes mirando los glóbulos rojos pasando delante tuyo con con chispas, sonrisas, decepciones, cansancios y euforias contenidas. *** Es posible que te abrumen mis temores y las -la verdad- pocas cosas- que suelo callar, también es posible que te des cuenta de que hay cosas que me gustaban y no te lo había dicho, como la placidez que me genera pisar hojas secas en el piso, hacer vapor con mi aliento en las heladas madrugadas o caminar en línea recta por los bordes de los andenes y las ciclorrutas. *** Pero es posible también que te encuentres en todos lados, que si te dejas llevar por una cascada de sangre encuentres tu imagen, tu aroma o tu voz regados en indescifrable desorden por toda mi existencia biológica. *** Y entonces vas a decirte a tí mismo "mí mismo, nadie sobre la tierra me va a adorar igual que esta mujercita", y sólo conmigo vas a tener esa certeza. *** Nadie te va a querer con la misma devoción, paciencia y locura que yo. Puede que te adoren más, puede que te adoren menos, pero sólo así tendrás la certeza de cómo te adoro yo... mientras ves cómo me hacen daño los dulces y a veces sientas goteras con las lágrimas que corren hacia adentro, cómo el cansancio trastoca mis sentidos, la sinfonía exquisita y macabra que genera en mi sistema comer dulces sin control. Te enterarás tanto de mis temores como de mis descaros, de lo que me enferma y de lo que me sana, de lo que digo con palabras y lo que digo con los ojos y las manos, de lo que añoro y a lo que le temo. Te vas a encontrar en todas partes.

22 de octubre de 2011

Cuento 14


I.
Desde que lo vio, lo cubrió con su mirada, como queriendo conservarlo así en sus pupilas, o al menos en sus pestañas. Recorrió casi sin parpadear desde sus zapatos informales hasta las canas que -pensaba ella- debían ya estar por ahí, escondidas entre los oscuros cabellos desordenados, pasando por sus piernas cuya contextura no era tan evidente debajo de los jeans gruesos, por su torso y por su pecho, que debajo de la camiseta azul oscura permitían inferir que tenía la silueta correcta para regalarle tibieza a su alma con sólo un abrazo. A ratos (a lo mejor en realidad no ocurría tanto porque se acababan de conocer) se asomaban detrás de sus labios unos dientes blancos y hermosos, que combinaban bastante bien con el brillo que ella estaba buscando en su mirada tímida, armada a partir de un par de ojos oscurísimos que miraban sin mirar mientras ella se desesperaba tratando de encontrarlos con los suyos al otro lado de la sala, con todo, absolutamente todo lo que se atravesó por el camino.

II.
Después de que él -muy indolentemente, pensaba ella- se excusó y se retiró, ella se quedó en el mismo salón de fiesta buscando su mirada, por si había quedado algún pedacito por ahí que hubiera olvidado. Lo empezó ma buscar luego en las multitudes y en las calles más solitarias, en los trancones de la capital de los semáforos en rojo e incluso en el pasado, a las horas más inverosímiles. Y ni siquiera así la encontraba, ni siquiera en el pasado, pues su traicionera mala memoria le negaba, a lo mejor por el desorden, las pocas imágenes que existían de los instantes en los que las rutas de sus ojos se alcanzaron a cruzar.

Había días en los que en realidad ella no sabía ya con certeza lo que estaba buscando, hasta que esos días se volvieron mayoría, y por democracia de lapsos olvidados, ella lo terminó olvidando un poco.


III.
Pasaron así días, semanas y meses, hasta que alguna vez por casualidad y sin buscarlo en absoluto, se volvieron a cruzar las miradas. Esta vez no fue a través de una sala llena de ruido, parpadeos y otros distractores. No, sólo fue un vidrio, y luego de la pequeña colisión en la que se cruzaron los destinos de la luz que pasa al nervio óptico, los caminos volvieron a su rumbo inicial, pero dejándole al menos a ella una sonrisa en el espíritu. La búsqueda entonces se disfrazó de paciencia y se quedó como espera, como un signo de puntuación de una historia inconclusa.

IV.
Bajo circunstancias ajenas a la voluntad e incluso al conocimiento de ambos, el destino comenzó gestiones para que las rutas de las miradas se volvieran a tropezar y no olvidaran lo que escondían los párpados cuando se cerraban para que soñar dejara de ocurrir cuando estaban despiertos, envueltos en sus ocupaciones y cansancios. Alguna noche cuya fecha no se recuerda con exactitud y con algo de estrellas, brisa fría y cebada de por medio, se cruzaron de nuevo y esta vez (afortunadamente) ya con alguna vocación de permanencia.

Con el tiempo, el miedo y el autocontrol se hicieron insuficientes. Luego -no mucho después en realidad- inexistentes, dando así paso a que se encontraran las manos y se quedaran entrelazadas, y finalmente los labios, sin que hasta hoy se sepa con certeza el origen de la iniciativa, se quedaron fundidos.


18 de octubre de 2011

Reflexión 15- Para M.



Vale la pena empezar por contarte que las palabras son insuficientes, pero me tranquiliza que me hayas aprendido a comprender por otros miles de medios de comunicación. Igual lo voy a intentar. Quiero comenzar, como es apenas natural, por agradecerte todo, absolutamente todo lo que me has dado, que guardaré para siempre: tus besos, tus abrazos y tus caricias en todos los momentos y en todos los climas, a todas las horas posibles. Mentira y lagartería sería decirte que has acabado con todas las malvadas tormentas con las que me he tropezado. No. Me acompañaste y me enseñaste a caminar bajo la lluvia, a llegar al destino por otro camino, a aprender a detenerme y a avanzar. Durante estos 16 meses fuiste mi euforia, mi mejor amigo, mi paciencia y mi refugio del resto de la tierra. Fuiste el motivo para que los peores días del año terminaran con dignidad y gracias a que existes y estabas conmigo, tuve con quién compartir la alegría de los mejores, y, en últimas, ni uno sólo que pasara contigo iba a pasar desapercibido. Me permitiste también cuidar de tus rabias, de tus gripas y consentirte a mis anchas, cocinarte todo lo que se me ocurriera e invitarte a los planes más inverosímiles del mundo, incluido el de adoptar por unas horas al pequeño e indefenso Fígaro. Resolviste también recoger todas mis lágrimas, una por una, sin dejar ni una sola adentro, y me ayudaste a abstenerme de fabricar tantas, total te tenía a tí. Contigo me sentía libre de pasearme por la vida en pijama o en el maquillaje más elaborado... descalza o en los tacones que no he aprendido a manejar.


Por todo lo anterior la decisión fue bastante difícil, pues sabes de muy buena fuente que yo también te di siempre lo mejor que podía porque descubrí que siempre era bien recibido y guardado con mucho cuidado. Todo, absolutamente todo lo que te di hasta el último minuto venía desde mi corazón y se tomaba mis labios, mis brazos y mi voz para que llegara a tí, y tú lo sabes, sabes que no puedo fingir desprecio o cariño, que a tí no te podía engañar ni siquiera cuando por no preocuparte te decía que todo estaba bien, que era puro cansancio. Y por eso mismo estaba segura - como lo confirmé luego- de que te ibas a dar cuenta de que las cosas ya no eran como antes. Que no discutíamos tanto, pero hablábamos menos, y que cuando el cariño empezó a verse disminuído, se llevó todo con él. Tú lo sabes, lo hablamos muchas veces, hasta el hastío, buscamos soluciones, salimos más, hablamos más y creo que no funcionó, no al menos para mí, por no decir que en realidad tu tampoco estabas cómodo con todo esto. Quisimos intentarlo -ambos- porque sabíamos que todo esfuerzo para resolverlo valdría la pena, e indiscutiblemente dimos el mejor esfuerzo. Aún así las cosas no mejoraron tanto y mutaron de alguna manera bastante macabra en una presión, en una angustia, cosa que jamás había relacionado yo contigo. Me guardé reclamos, luego los hice todos cuidando las palabras, y aún así, tú y yo seguimos tratando de resolverlo. Tú me dices que se están resolviendo los problemas. Yo no lo siento así. Y me angustia aún más... Porque podríamos empezar a meterle a este asunto la razón y decir "pero mira que salimos", "fíjate que hemos estado hablando", "lo estamos intentando"... Y pasa que el corazón no entiende de eso, y aunque el mío extraña mucho adorarte con tantísima devoción y le duele extrañar ese sentimiento, nada ha sido suficiente para revivirlo. No lo puedo controlar, con dificultad he logrado que él no me controle a mí. Ya sabes también que él ha elegido andar en malas compañías y he hecho lo posible para que no pagues errores ajenos, pero también por esas mismas malas compañías puedo entender que va a ser mejor decirte la verdad. Y es esa: todo se me salió de las manos y hoy no tengo casi nada que darte a cambio, así me digas que lo que te doy es suficiente, para mí no. Te mereces lo mejor y no tengo cómo dártelo ahora, y tampoco he podido, por más que lo he intentado por semanas, modificar esa situación, salvo empeorarla porque aunque pueda parecer lo contrario, soy plenamente consciente de lo que estoy perdiendo, sino que ya sabes lo que ha pasado porque el miedo nos hace torpes.

Puedo entender que me detestes unos días, semanas o meses; o que no quieras verme más, que te abstengas de hablarme. Puedo entender eso, y no te voy a juzgar por nada de lo que hagas en medio de la rabia y el dolor. Sólo te pido un último favor: aunque me conoces en todos los ángulos posibles de un ser humano, espero que me puedas juzgar algún día por lo bueno que te dí, por la forma como recibí lo que me diste, y no por lo que puedas estar sintiendo hoy. De nuevo gracias por hacer parte del proceso en el que me he convertido en la persona que soy, espero también haberte aportado algo :)... Y saber, ojalá por tí, que has triunfado y has encontrado la felicidad.

Te regalo el abrazo más grande que hayas recibido -eternamente-.

E.

3 de octubre de 2011

Fragmento 16


[...]Todo esto era un delirio, todo, absolutamente todo era un delirio, pero no había encontrado ninguna otra manera para no extrañarla tan desesperadamente.

Yo la miraba, escondido, desde la mesa diagonal a la de ella más lejana posible en todo el café. Temía que ella descubriera mi disfraz, que descubriera que la estaba siguiendo, que la estaba observando. Los meseros tenían las órdenes clarísimas: llevar a mi mesa exactamente lo que ella pidiera, en la misma cantidad, cocción y temperatura. No lo notó jamás, no la sentí incómoda con mi presencia en los cafés, restaurantes, cines o parques. Ella seguía su vida, garabateando más en sus pensamientos que en el cuaderno que cargaba siempre para poder dibujar, hechizada entre los libros y su costumbre de andar de afán a ninguna parte. Nada más le importaba a ella que antes de volver al trabajo tomar algún tipo de café, mientras yo me deleitaba, la envolvía con mi mirada con la esperanza a lo mejor de volver a sentirla entera -y mía- o al menos de darle algo de calor cuando estaba tan abrigada que daba la sensacción de que ni el más pesado abrigo con el más fuerta café podrían quitarle el frío que hacía temblar un poco sus manos.
Con el paso del tiempo y la práctica alcancé a tener perfectamente clara su rutina, sus pasos milimetrados, sus gestos en los malos días de trabajo y la sonrisa detrás de su rostro de porcelana cuando no podía dejar ver cualquier otra.

Pasaron dos ó tres años, los contaba por las navidades, cuando la vi salir con un hombre de la oficina a tomar café. Monté en cólera. Quise abortar mi misión, no estaba dispuesto a ver eso... hasta que recordé el valor de la paciencia y una a una las veces en las cuales, por obedecer las órdenes de mi ira, perdí objetos, amigos y hasta rumbos enteros. A ella la tenía perdida, era más que evidente, en especial en ese momento cuando a unos metros la observaba mordiéndome los labios mientras ella le regalaba su sonrisa y los destellos verdes de sus ojos cafés al aparecido de aquella tarde, pero era la única esperanza para mí de dar algo realmente valioso y esmerado a cambio de un todo, que era ella misma, la que aunque le daba ese beneficio a todas las cremas que se ponía encima y a sus mascarillas extrañas, no canaba ni envejecía, no parecía cansarse jamás y su preciosa -aunque impaciente- alma permanecía plasmada en sus gestos y en lo que hacía con sus manos.
Duró saliendo con ese personaje unos cuatro meses. Él, como era apenas natural s se dio cuenta de la clase de mujer con la que se había tropezado, le llevaba flores y regalos, le prestaba el abrigo, y o perdía oportunidad de abrazarla y besarla.

No parecía difícil, no lo era, y cada vez que pude ver el espectáculo me tronaba entre el cráneo el eco de que era un ejercicio bastante sencilo que no fui capaz de realizar porque mi orgullo era más grande que la capacidad de ver lo que había tenido entre mis manos. Ella sonreía agradecida, le correspondía los abrazos y aceptaba los besos, de una manera más cordial que apasionada y se despedía con una sonrisa. Ella no se arreglaba para él como lo hacía para mí, ni se decoraba los ojos más hermosos de la tierra como lo hacía para mí. Ella no lo miraba como a mí, ni hacía artimañas para soltarle la mano, lo cual me tranquilizaba sólo un poco, pues este hombre parecía un persona paciente y persistente.

Y a mí, que siempre se me ocurrían grandes ideas para hacer desastres o maravillas gigantescas no me quedaba más que observar pacientemente entre la rabia de mi alma y la resignación de mi razón. [...]

15 de septiembre de 2011

Comentario 1


Estoy muy feliz de que estemos en ese plan de retomar el camino. Me sentía sin rumbo mi Precioso, pero hoy tenemos mucho que celebrar.

16 de agosto de 2011

Reflexión 14 - Seré breve

Se supone que la vida da muchas vueltas, pero no estés tan seguro de que en alguna curva o una frenada impredecible te vas a sacudir de mis recuerdos. // Hay muchos hombres en el mundo, pero sabes que tus brazos, tu voz y tu saliva se han quedado para siempre iluminando mi alma de un tono carmesí // Sabes que impregné hasta la última gota de tu sangre // Y que a esta edad, aunque tengamos una mejor noción de honor y responsabilidad // No estamos para regalar ataduras, continuar con los ojos vendados o seguir por el camino de las promesas agrietadas.

25 de julio de 2011

Reflexión 13

¿El amor se acaba con el último latido del corazón? ¿La muerte se lo lleva a disfrutar del paraíso o a esperar renacer luego de haber padecido en la tierra junto con quienes cayeron en sus redes? ¿A pesar de su terquedad se deja llevar a algún lado cuando ya no calienta la sangre y la memoria de algún mortal? ¿Su nacimiento ocurrió en la raza humana, en Dios, en el demonio o fue la consecuencia de alguna venganza entre los seres sobrenaturales? ¿Es caos o cosmos? ¿Marca el destino o es la señal para abandonar esa ruta? ¿Le gusta el misterio o disfruta más ser gritado a los cuatro vientos, en todos los idiomas sensoriales posibles? ¿Está en el universo antes que nosotros? ¿Cuando se va, a dónde va? ¿Y cómo sabe tantas veces el camino de regreso, y tantas otras se pierde para siempre? ¿Si hay grandes amores, cómo se miden? ¿Cómo se pesan? ¿Si se pueden acumular, hablan de que alguien tiene un corazón muy grande? ¿Cómo se agota el amor? ¿Puede ser falso? ¿Qué come? ¿Sus manchas caen con detergente? ¿Es generoso o egoísta? ¿Cómo se llena el vacío cuando nos abandona si antes de que llegara no nos hacía falta? ¿Algún médico puede explicar el por qué se evacúa por medio de besos o lágrimas, o como es que sana y hiere a la vez? ¿Sus heridas necesitan puntos, se infectan? ¿Qué órganos del cuerpo humano ocupa? ¿Cómo puede ser tan benigno el insomnio que causa? ¿Alguien ha estudiado sus propiedades como antihistamínico, antiinflamatorio e incluso antibiótico? ¿Algún físico sabe cómo se contiene o reprime? ¿Cómo se vuelve a armar si se desintegra? ¿Se ha medido alguna vez su fuerza y su influencia en las demás en el entorno? ¿Cabe en un bolsillo? ¿Cómo puede ser tan pesado y a la vez tan etéreo? Así las cosas, ¿Cómo sabes que me vas a querer para siempre?

16 de julio de 2011

Fragmento 14


[...] Mi casa me recibió con las ventanas cerradas, tal como las había dejado, pero una horrible brisa gélida había inundado todos sus rincones. Me recosté en el sofá de la sala, y miraba en la penumbra las palmas de mis manos, pues me llenaba de curiosidad esa idea según la cual aunque siempre habían estado llenas de aire la mayoría del tiempo, aquella noche las sentía tan vacías.

No era mi costumbre escoger, y sabía desde el principio que cualquier decisión que tomara me iba a dejar las manos y el alma ahogados y ausentes, pensando que el amor debería ser felicidad, y no era lógicamente correcto que pudiera la felicidad ser inoportuna, o tener que escoger entre dos felicidades. Aquello siempre me traía amarguras inmensas, todas las consecuencias eran impredecibles y nefastas.

¿Qué me estaba cobrando la suerte? ¿Qué le divertía al azar de todo esto? Resolví todo por tomar el camino conocido, total, en los desconocidos tenía temores tan profundos que podían opacar el sol de mediodía en el desierto. El problema de los temores era y es su habilidad para regarse por todas partes. Se metieron como el agua desde la puerta de mi casa hasta la piel de mis manos. Me recordaron que nunca había garantías de haber tomado la decisión correcta. Al menos esta vez hice un esfuerzo consciente para no permitir que la angustia decidiera por mí, aunque eso me implicara un adiós inconcluso, una duda por cada hebra de cabello en mi cabeza y la zozobra eterna de haberlo perdido todo, de -una vez más, a modo de castigo divino- haber escogido mal.

No pude conciliar el sueño aquella noche, y la congoja, una vez le venció el cansancio y me dejó en paz, me permitió ver que no había en realidad respuestas correctas o incorrectas, sino más arriesgadas y menos arriesgadas, más satisfactorias y menos satisfactorias, más vacías o menos vacías... Ambos podían ver el amor en mí hacia ellos, no lo podía ocultar, no lo podía fingir, no le podía explicar que era incorrecta su existencia. Y yo los sentía a los dos, en cada gota de mi sangre y en cada duda que no hacía más que fatigarme, y entumecerme los dedos del frío de la ausencia que iban a dejar ciertos abrazos abandonados. [...]"

27 de abril de 2011

Fragmento 13



[...] A veces simplemente ella no estaba cuando la buscaba. Algunas de esas veces la extrañaba, y veía lluvia hasta en el día de verano más seco. Sentía mi piel agrietarse por sus caricias y sus besos ausentes, las noches eran frías y aunque me pusiera toneladas de tela encima, mis pies no se calentaban jamás, o no al menos hasta que me vencía el sueño. La recordaba tan hermosa cuando despertaba a mi lado, cuando reía e incluso en el reflejo de los destellos de sus ojos cuando sus terquedades le salían bien.

Otras veces, por lo general luego de pasada la nostalgia, me poseía la ira. La sangre hervía en mis venas, las dilataba y no me alcanzaba el pecho para respirar sin sentir todo el tiempo el desespero de estar inhalando con todas mis fuerzas, y a pesar de ello, sentir que me estaba ahogando entre la fiebre y la zozobra. Las heridas de mis manos antes secas empezaban a arder, en especial cuando apretaba mis puños sin descanso para tratar de contenerme. Me acostaba cansado y me levantaba atormentado de pensar que ella estaba en otros brazos diferentes a los míos. No la culpaba por ello. Lo que me atormentaba era sentir en el aire el inminente riesgo de haberla perdido por mi orgullo y mi mal carácter.

Ella no era perfecta, pero para mí era tan perfecta como podemos serlo los humanos. Mis palabras retumbaban en mis oídos, mis silencios y mis negligencias me dolían en los labios y en las palmas de las manos, respectivamente. El vacío era el mismo y mi paciencia, aunque era totalmente indispensable para componer las circunstancias, se empezaba a fatigar como yo, y se distraía entre la nostalgia y la ira. Me abandonaba, y sin ella me tocaba esperar a que regresara y acariciara un poco mi cansado corazón.

Llevaba mucho tiempo pensándolo, llegando a guardarle rencor a la traicionera paciencia, pero incluso sentado en su regazo, no se me ocurría otra solución aparte de dejar que el tiempo cicatrizara y se hiciera cómplice de la amnesia. [...]"

13 de marzo de 2011

Reflexión 12


Te tengo en mis pensamientos* en mis palabras * en mis silencios* en mis vacíos* en mis ausencias* en mi risa y en mis lágrimas* en mi paz y en mi euforia* en todos mis refugios, en mis ALAS y en mis raíces* entre mis dedos* entre mis uñas y mis cabellos* en mi espíritu y en todas mis células * en mis tristezas fallidas* en mis tempestades y en mis nieblas* en mi calma* en mi día y en mi noche* en mi ira* en mi fatiga* en mi sueño, debajo de mis párpados* en mis caprichos y en mis razonamientos* detrás de mis pupilas* debajo de mis anillos, de mis faldas y de mis tacones * a una nariz de distancia *en mis asombros y mis certezas* en mis postres y en el café con dos de azúcar* en el vapor del agua que me baña* en mis improvisaciones *EN MI TALENTO *en mi fuego y en mi ceniza* En mis comas, mis puntos suspensivos, mis signos de exclamación y mis signos de interrogación* En el sol, la lluvia y el viento ** En mi existencia entera.

17 de febrero de 2011

Comentario



No es mi caso :) pero... no porque no sea mi caso no quiere decir que no exista o no haya que denunciarlo . Ah, si supieras!

8 de febrero de 2011

Reflexión 11- Teoría de los celos


En mi teoría de los celos, aunque tengo la absoluta certeza de que cargo tu corazón con todas sus venas y sus arterias en mi bolsillo, me siento inconforme.

Lo cierto es que quisiera -de vez en cuando- ser yo la única brisa que te despeine, y ser -siempre- tus alas, la ternura y la lujuria en el núcleo de todas tus células... que mis palabras te sean eternamente suficientes, que mis ausencias empapen hasta la más soleada de las mañanas, que no puedas llenar el vacío siquiera en el jardín del Edén, y que mi vida terrenal y cualquier otra que ocurra sean suficientes para guardarte de todo mal y peligro.

Añoro enfermizamente ser la niña de tus ojos, la musa de tus esperanzas, la manzana del pecado, el vicio espléndido, la copa medio llena, la brisa de verano, la impaciencia, la paciencia, la existencia y el vacío.

No me importa si soy la indicada, la elegida, la perfecta, la novia, la presente o la ausente. Me conformo con ser la única, la que te llene los sentidos y los instintos y la que te nuble la razón con infinitos ecos.

13 de enero de 2011

Reflexión 10


Con más frecuencia de la que se quisiera, los recuerdos toman vida propia.

Traicionan a la cautela y aparecen en las esquinas que se recorren todos los días desprevenidamente, iluminan los aromas que aparentemente no tienen relación con ellos, empapan el tacto, y explotan en una carcajada, dibujan una sonrisa, hacen batir las alas de las mariposas que habitan nuestro vientre; y a veces se riegan en una lágrima y se ahogan en un suspiro, dejando el entorno absolutamente repleto de nostalgia y de vacío, bloqueando los sentidos y dejándolos llenos de nada, pues no van más alla de eso.

Por eso, esta noche voy a ser tu buena suerte, voy a ser tu droga, tu soplo de vida; esta noche, te lo prometo, voy a ser tu verdugo, tu villano y tu heroína, y así mi presencia no va a limitarse a una incorrecta conexión química, a un vacío, a un olvido, sino que empaparé todos tus sentidos y me encontrarás en la brisa, en la noche y en el día, en el sol y en la lluvia; me buscarás en la sequía y me beberás a sorbos en la soledad.