13 de enero de 2011

Reflexión 10


Con más frecuencia de la que se quisiera, los recuerdos toman vida propia.

Traicionan a la cautela y aparecen en las esquinas que se recorren todos los días desprevenidamente, iluminan los aromas que aparentemente no tienen relación con ellos, empapan el tacto, y explotan en una carcajada, dibujan una sonrisa, hacen batir las alas de las mariposas que habitan nuestro vientre; y a veces se riegan en una lágrima y se ahogan en un suspiro, dejando el entorno absolutamente repleto de nostalgia y de vacío, bloqueando los sentidos y dejándolos llenos de nada, pues no van más alla de eso.

Por eso, esta noche voy a ser tu buena suerte, voy a ser tu droga, tu soplo de vida; esta noche, te lo prometo, voy a ser tu verdugo, tu villano y tu heroína, y así mi presencia no va a limitarse a una incorrecta conexión química, a un vacío, a un olvido, sino que empaparé todos tus sentidos y me encontrarás en la brisa, en la noche y en el día, en el sol y en la lluvia; me buscarás en la sequía y me beberás a sorbos en la soledad.